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Chespirito, creador de El Chavo del Ocho y El Chapulín Colorado, fue un genio de la comedia, amado en toda Latinoamérica y llorado por millones tras su fallecimiento en 2014. En 2025, se emitió en HBO Max una nueva serie, “Chespirito: Sin Propósito”, producida por sus hijos, ya adultos. Desde entonces, la atención se ha centrado en los aspectos más confusos del legado del ídolo mexicano: amargas disputas con sus compañeros de reparto, batallas legales por sus icónicos personajes y una apasionada historia de amor que casi lo arruina todo. Resulta que el hombre detrás de las risas tenía más drama que una telenovela de horario estelar.
Nacido en 1929 como Roberto Gómez Bolaños, Chespirito se convirtió en el cerebro detrás de las producciones de comedia más emblemáticas de México. Convirtió los escenarios de cartón en oro y las risas en leyenda.
Cuando falleció en 2014, millones de personas lo lloraron como si hubieran perdido a un primo, un terapeuta y un guía de televisión, todo a la vez. Era adorado más allá de toda lógica.
Sin embargo, tanto las generaciones de espectadores de antaño como las nuevas apenas ahora están descubriendo las amargas disputas, el drama legal y un picante escándalo amoroso del comediante. Muchos no pueden evitar preguntarse: ¿cómo era realmente Chespirito?
Roberto Gómez Bolaños creció en una familia de clase media en la Ciudad de México, hijo de un ilustrador de revistas y una secretaria bilingüe. La creatividad fue parte de su crianza.
Inspirado por la influencia artística de su padre, desarrolló desde muy joven una pasión por la escritura. En 1951, comenzó su carrera como redactor publicitario.
Aunque estudió ingeniería en la UNAM, su pasión era la narrativa. Años de escritura para radio y cine lo prepararían discretamente para el salto que lo cambiaría todo.
Fue casi al mismo tiempo que Roberto empezó a trabajar como redactor publicitario cuando conoció a Graciela Fernández, una joven argentina de 15 años, en la fiesta de su primo.
Tenía 22 años y buscaba una chica seria con la que sentar cabeza, y según sus hijos, el encanto y la presencia de Graciela lo atrajeron al instante.
Se casaron en 1968 y tuvieron seis hijos. Graciela se convirtió en una figura clave en su vida, pero el mismo sueño que ella apoyaba un día pondría en peligro su vínculo.
A medida que Roberto se adentraba en el mundo de la escritura y los guiones cinematográficos, su agudo ingenio y su talento narrativo lo diferenciaron rápidamente de todos los que lo rodeaban.
Sus ideas eran ingeniosas, ágiles y llenas de originalidad, tanto que el director de cine Agustín P. Delgado lo apodó “Shakespearito”, un guiño jocoso a su talento como escritor.
El nombre con el tiempo se transformó en Chespirito, combinando su pequeña estatura con su imponente talento. Un apodo nacido de la admiración, pronto se convertiría en un nombre muy conocido en toda Latinoamérica.
A finales de los 60, Chespirito se unió a Sábados de la fortuna, un popular programa de variedades donde escribía y presentaba sketches de media hora que llamaba “chespirotadas”, un guiño jocoso a su apodo.
Un segmento destacado, La mesa cuadrada, parodiaba los noticieros y contaba con un equipo de ensueño de futuros colaboradores: Rubén Aguirre, Ramón Valdés y María Antonieta de las Nieves.
Su éxito dio lugar a un breve spin-off, Los supergenios de la mesa cuadrada. El segmento se convirtió en un programa independiente. De corta duración, pero agudo, insinuó el genio que estaba por venir.
Finalmente, llegó la gran oportunidad de Chespirito, vestido con mallas rojas y pantalones cortos. Entre 1971 y 1972, presentó a dos personajes que lo cambiarían todo: El Chapulín Colorado y El Chavo del Ocho.
El Chapulín era un superhéroe torpe y noble que siempre tenía buenas intenciones, aunque rara vez ayudaba. Mientras tanto, El Chavo seguía las desventuras de un huérfano que vivía en un barrio humilde, armado de inocencia.
Las series se dividían en segmentos de media hora y, a pesar de sus tramas repetitivas, se convirtieron en éxitos masivos en Latinoamérica, Estados Unidos y España, gracias a un guion ingenioso y un elenco encantador.
Tanto El Chavo como El Chapulín emitieron nuevos episodios durante años, hasta 1980, cuando se fusionaron en un solo programa semanal llamado Chespirito, que se emitió hasta 1995.
Incluso mientras el programa seguía en antena, el elenco —incluyendo a Ramón Valdés, María Antonieta de las Nieves, Florinda Meza, Rubén Aguirre y Carlos Villagrán— realizó giras por Latinoamérica, presentándose en vivo ante multitudes masivas.
Gracias a las reposiciones, las giras y los acuerdos de derechos, Chespirito se convirtió en multimillonario, con un patrimonio neto estimado de 50 millones de dólares. Pero tras la fama, empezaban a aparecer grietas en el elenco.
Tras décadas de reposiciones, en junio de 2025, Chespirito: Sin querer queriendo se estrenó en HBO Max, ofreciendo una mirada sorprendentemente cruda a Roberto Gómez Bolaños, con todo incluido.
Creada por su hijo, Roberto Gómez Fernández, la serie narra el ascenso de Chespirito a la fama, así como las rabietas, los sacrificios y las amistades que se desmoronaron tras las risas del estudio.
Dado que fue el propio hijo de Chespirito quien escribió la serie y el resto de la familia la apoyó, los espectadores han asumido que la serie debe ser bastante precisa. Pero ¿a qué se debían todas estas disputas?
Una de las disputas más emblemáticas tras bambalinas comenzó en 1978, justo en medio de la máxima popularidad de El Chavo del 8, y lo cambiaría todo.
Carlos Villagrán, quien interpretó al carismático compañero “Kiko” (originalmente escrito “Quico” antes de que el drama legal obligara a la K), se enfrentó con Chespirito por la propiedad del personaje.
La discusión no se limitaba a contratos; tenía matices: derechos, egos y celos artísticos. Según Villagrán, esta fue una de las principales razones por las que la serie comenzó a desmoronarse.
En una entrevista en La Peña de Morfi, Argentina, en 2019, Villagrán afirmó que nunca abandonó el programa voluntariamente; se sintió marginado por las crecientes tensiones entre bastidores.
Recordó: «Hicimos giras por muchos países y, durante las ruedas de prensa, el 70 % de las preguntas eran para Quico. Eso empezó a generar envidia, celos profesionales».
Durante un vuelo de regreso de Chile, Chespirito supuestamente le dijo que tendría que aceptar una reducción salarial por «problemas con el registro de los personajes». Villagrán respondió: «Son tus personajes, yo solo soy el actor».
Tanto Villagrán como Chespirito reclamaron la propiedad de Quico. Chespirito declaró en numerosas entrevistas que la propiedad intelectual le pertenecía a él, y solo a él.
Villagrán contraatacó años después, afirmando que si bien Chespirito había creado la idea, la personalidad y la actuación del personaje eran completamente suyas.
Creía que su creciente popularidad lo llevó a su salida. “Cuando Kiko y Don Ramón se fueron, el programa terminó para siempre”, dijo, señalando que Ramón Valdés, otro miembro destacado del reparto, se marchó con él en solidaridad en 1978.
Chespirito y Villagrán se reencontraron brevemente en el año 2000 durante un homenaje de Televisa. Sonrieron, se abrazaron y parecieron enterrar el hacha de guerra, hasta que no lo hicieron.
Poco después, la tregua se rompió. Nunca volvieron a aparecer juntos. Villagrán siguió interpretando a “Kiko” (con K) durante años, evitando un conflicto legal con Chespirito por los derechos del personaje.
Con la emisión de la serie, resurge la pregunta: ¿había algo más en la rivalidad? Ambos actores han negado rotundamente la teoría del triángulo amoroso, pero la tensión era real… Lo que nos lleva al drama de Florinda. Abróchense los cinturones.
Según la autobiografía de Chespirito, conoció a Florinda Meza en 1970, durante las primeras grabaciones de El Chavo del 8. Ella fue contratada por el productor Lalo Alatorre.
Desde el principio, Chespirito quedó profundamente impresionado. Florinda podía actuar, cantar, bailar, escribir, producir y aportaba una disciplina inigualable al set. Destacaba en todos los sentidos.
Aunque ella era 20 años menor y él seguía casado con Graciela Fernández, madre de sus seis hijos, ambos se hicieron muy amigos, un vínculo que se iría estrechando discretamente durante años.
Antes de que surgiera cualquier romance entre Florinda Meza y Chespirito, ella tenía una relación cercana, incluso amistosa, con su esposa, Graciela Fernández.
Según Meza, su relación era cálida y familiar. “Graciela y yo nos llevábamos muy bien. Nos conocimos a través de los programas. Incluso solía ir a su casa”, dijo durante una entrevista en 2015.
Se veían a menudo en el trabajo y en eventos sociales, lo que complicó aún más lo que vino después. La línea entre lo personal y lo profesional ya era difusa, y estaba a punto de difuminarse aún más.
Durante esos primeros años, Florinda Meza notó que Roberto Gómez Bolaños no era precisamente un santo fuera de cámara. Según ella, tenía la costumbre de perseguir mujeres en el set.
Recordaba haberlo visto coquetear con asistentes y colaboradores con frecuencia. Su comportamiento romántico, afirmó, no era sutil, y ciertamente no se limitaba a la ficción.
“Siempre tramaba algo”, insinuó. La reputación de travesuras del legendario comediante aparentemente se extendía mucho más allá de las torpes heroicidades del Chapulín, llegando incluso a los camerinos.
En una entrevista de 2015, Meza recordó un momento durante una gira por Venezuela que la hizo perder la paciencia con las andanzas de Chespirito.
“Una vez vi a una camarera de hotel salir de su habitación”, dijo. “Le dije: ‘Al menos sé selectivo, pareces un burro en primavera’. Él respondió: ‘Me lo pidió como un favor’”.
Meza admitió que lo regañaba como una tía preocupada. “Solía decirle: ‘Tienes una familia tan encantadora, una esposa tan hermosa’”, recordó.
A pesar de todo, Florinda dijo que estaba genuinamente preocupada por Graciela Fernández, la esposa de Chespirito, y que a menudo intentaba protegerla de sus indiscreciones.
“Me ponía nerviosa cuando Graciela venía al set”, dijo. “Cuando lo veía hablando con otras mujeres, mirándolas demasiado de cerca, me preocupaba”.
Describió a Graciela como “una mujer muy buena”, e incluso actuó como una especie de amortiguador emocional, intentando mantener los momentos incómodos y las miradas errantes fuera de la vista.
Chespirito no era el único que combinaba el trabajo con el romance; Florinda también tuvo sus propias relaciones fuera de la pantalla durante los años de El Chavo del 8.
Salió brevemente con Carlos Villagrán, quien interpretó a Quico, pero la relación terminó mal. La tensión posterior creó serias fricciones y contribuyó a la eventual salida de Villagrán.
Más tarde, Meza se comprometió con Enrique Segoviano, el director de la serie. Pero todo cambió cuando su vínculo con Chespirito pasó de ser una amistad… a algo mucho más.
Era 1977, y todo el elenco de El Chavo del 8 y El Chapulín Colorado había viajado a Chile para una presentación en vivo. El espectáculo fue todo un éxito.
Después de que se apagaran los aplausos, el elenco celebró en el bar del hotel. Uno a uno, se fueron, hasta que solo quedaron dos. “Ella y yo”, escribió Chespirito en su autobiografía.
Bailaron con música suave. No era la primera vez, pero esta vez se sintió diferente. “Tenía hambre de besos”, confesó. Ella se inclinó y susurró: “¿Por qué no me besas?”. Y ahí fue cuando todo cambió.
En una entrevista de 2014, Rubén Aguirre —recordado para siempre como el Profesor Jirafales— se sinceró sobre lo que realmente sucedió durante ese ahora legendario viaje a Chile.
Según Aguirre, “Se besaron y pasaron la noche juntos”, dijo. “Todos teníamos habitaciones separadas, pero de repente, uno de ellos no despertó en la suya”.
Aguirre también recordó cómo Roberto se lo confesó al grupo. “La vida les cambió”, dijo. Pero no todos estaban encantados, especialmente un miembro del elenco que no tuvo miedo de decirlo en voz alta.
Una vez que Chespirito y Florinda Meza oficializaron su relación, el ambiente en el set cambió, y no siempre para mejor.
El romance generó divisiones. Mientras algunos miembros del elenco lo aceptaban, otros mantenían las distancias. La tensión bullía discretamente bajo las risas grabadas.
Según Aguirre, Ramón Valdés fue el único que cuestionó abiertamente a Chespirito. “¿Estás seguro de que no le estás haciendo daño a nadie?”, preguntó, refiriéndose a la esposa e hijos de Chespirito. Esa pregunta quedó en el aire y nunca desapareció.
Lo que siguió a ese primer beso en Chile no fue un cuento de hadas instantáneo; fueron años de secretismo, tira y afloja emocional y complicadas conversaciones nocturnas entre bastidores.
Durante mucho tiempo, Florinda y Chespirito mantuvieron su relación en secreto. Hubo discusiones y confesiones. “Le dije: ‘Claro, tengo un pasado con Enrique Segoviano… ¿pero tú? Tienes seis hijos y una esposa'”, recordó Florinda.
Finalmente, tras 23 años de matrimonio, Chespirito se separó de Graciela Fernández. El divorcio llegó años después, pero el cambio ya había comenzado: el romance secreto ya no era un secreto.
Durante su divorcio, Chespirito aceptó dejar todas sus propiedades a Graciela Fernández, su esposa durante 23 años y madre de sus seis hijos.
Pero el gesto no alivió el dolor. “Cuando se fue, sufrí mucho”, dijo Graciela en una inusual entrevista antes de su fallecimiento en 2013.
“Fui muy feliz durante esos 23 años. Pero se me acabó el tiempo”, y Florinda se lo llevó. A veces, por muy generoso que sea el acuerdo, algunas heridas no tienen precio.
Florinda Meza se ha defendido durante mucho tiempo, insistiendo en que nunca tuvo la intención de lastimar a Graciela Fernández. De hecho, afirma que hablaron por teléfono durante la separación.
Según Florinda, Graciela le dijo directamente que su enojo era hacia Chespirito, no hacia ella. Las dos mujeres, dijo, tuvieron una conexión sorprendentemente cordial incluso durante la angustia.
Pero la nueva serie de HBOMax presenta una imagen más dura. Producida por los propios hijos de Chespirito, retrata a Florinda como calculadora, rescatando entrevistas que no le han hecho ningún favor.
Un fragmento de una antigua entrevista de Chespirito y Florinda Meza ha resurgido y ha causado serias críticas.
En él, Florinda dice: “Tenía siete grandes defectos: seis hijos y una esposa”. El comentario, en tono de broma, se refería a los obstáculos en su relación inicial.
Aunque Chespirito intentó suavizar las cosas en el momento, el daño ya estaba hecho. Toda una nueva generación, ajena al drama que se escondía tras estos queridos personajes, ahora descubre el caos que se esconde tras las risas.
Desde el lanzamiento de la serie de HBO Max, Florinda Meza ha dejado claro que no está contenta con la forma en que se contó la historia, especialmente por parte de los hijos de Chespirito.
Afirma que la serie presenta una versión exagerada, propia de una telenovela, que distorsiona la realidad para crear drama. Según ella, no fue un escándalo, sino amor.
Florinda ha insistido repetidamente en que su vínculo con Roberto fue genuino y desinteresado. Y, para ser justos, hay argumentos que lo respaldan: no fue solo una aventura; duró toda la vida.
Un detalle que a menudo se pasa por alto en el drama es lo que Florinda Meza renunció para estar con Chespirito: su sueño de ser madre.
Veinte años mayor que ella, Chespirito ya se había hecho una vasectomía cuando se conocieron. Florinda eligió el amor por encima de la maternidad, consciente de lo que eso significaba para su futuro.
La pareja se casó en 2004 tras décadas juntos y permanecieron inseparables hasta la muerte de él en 2014. Más de 30 años de relación sugieren que, a pesar del caos, quizás estaban hechos el uno para el otro.
Florinda Meza no fue la única mujer del elenco que causó revuelo entre bastidores. María Antonieta de las Nieves tuvo su propio drama, con trámites legales de por medio.
Todo comenzó cuando quiso lanzar un álbum de La Chilindrina, su icónico personaje. Chespirito se negó, así que fue directo a la oficina de derechos de autor y se llevó una sorpresa.
Ninguno de los personajes de El Chavo del 8 había sido registrado en más de 15 años. Así que hizo lo que nadie esperaba: reivindicó a La Chilindrina como suya.
Ante la oportunidad de registrar a todos los personajes del programa, María Antonieta tomó una decisión sorprendente: solo reclamó a La Chilindrina.
“Me dijeron que podía registrarlos a todos”, recordó, “pero no iba a ser codiciosa. Solo me importaba La Chilindrina; era mía”.
Argumentó que ella había creado la apariencia y los gestos del personaje: el cabello, las pecas, la vestimenta, todo. Así que decidió seguir adelante y registrarlo.
Ella obtuvo los derechos en 1995, pero Chespirito la demandó en 2001, años después de que se marchara con La Chilindrina bajo su nombre.
Tras un juicio de 12 años, el tribunal falló a su favor, pero la victoria tuvo un precio. Su amistad, antes fuerte, nunca se recuperó. Desde entonces, nunca volvieron a hablarse.
Según María Antonieta, la separación también coincidió con el creciente protagonismo de Florinda Meza en la vida de Chespirito, lo que complicó aún más las cosas.
Lamentablemente, María Antonieta de las Nieves y Chespirito nunca recompusieron su amistad antes del fallecimiento de él en 2014. A pesar de décadas de trabajo conjunto, sus últimos años estuvieron marcados por el silencio.
Es especialmente desgarrador considerando su historia: Chespirito incluso asistió a su boda junto a su entonces esposa, Graciela Fernández, con quien María Antonieta mantuvo una cálida relación.
Aunque el tiempo y las batallas legales los distanciaron, María Antonieta siempre ha expresado una profunda gratitud por lo que crearon juntos y por el hombre que una vez la llamó “La Chilindrina”.
Aunque su relación con Chespirito terminó en la distancia, María Antonieta de las Nieves ha encontrado paz y reconexión a través de sus hijos, especialmente con Paulina y Roberto Gómez Fernández.
Fue homenajeada con un cameo en el episodio 6 de Chespirito: Sin querer queriendo, la serie de HBO Max creada por su familia para celebrar su vida y legado.
“Gracias de todo corazón”, escribió. “Fue un verdadero honor formar parte de este proyecto especial que rinde homenaje a un ícono tan querido”.
Por último, un escándalo menor, pero igualmente doloroso, entre el elenco fue el tema de las regalías, o mejor dicho, la casi cómica falta de ellas.
Édgar Vivar, mejor conocido como el Señor Barriga, reveló en 2014 que sus cheques de regalías eran irrisoriamente bajos. “Imprimir el cheque me costaba más de lo que me pagaban”, dijo.
Hoy en día, es más probable que aparezca en convenciones de fans que en pantalla, donde al menos los abrazos son gratis y el dinero viene con menos ceros… pero en la buena dirección.
A pesar de todas las disputas tras bambalinas, demandas y enrevesadas historias de amor, una verdad permanece: Chespirito es una de las figuras más queridas de la cultura pop mexicana y latinoamericana.
Creó personajes que trascendieron generaciones —El Chavo, El Chapulín, El Doctor Chapatín—, todos profundamente arraigados en el humor, la inocencia y la sinceridad humana. Hizo reír, llorar y sentirse reconocido.
Puede que las controversias hayan llegado a los titulares, pero la risa que provocó en millones es lo que realmente perduró. Ni siquiera sus críticos más acérrimos pueden negar la magia que creó con un barril y una antena roja.
Cuando Roberto Gómez Bolaños falleció en noviembre de 2014, la despedida fue tan memorable como él mismo. Más de 40,000 personas se congregaron en el Estadio Azteca para despedirlo.
Los aficionados acudieron vestidos como sus personajes favoritos. Familias enteras lloraron a un hombre con el que sentían haber crecido. Fue un homenaje digno de un rey de la comedia.
Amor, drama, desamor y brillantez: Chespirito lo vivió todo. Pero al final, lo que queda no es el escándalo. Son las risas. ¿Y eso? Eso es eterno.
With the new school season just around the corner, getting your kids ready goes beyond…
In a land where scripts are rewritten and relationships rebooted faster than you can say…
Chespirito—creator of El Chavo del Ocho and El Chapulín Colorado—was a comedic genius beloved across…
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